Suiza es el único país europeo, donde un asistente sexual para personas con discapacidad, es una figura aprobada legalmente y por el sistema de salud – prohíbe la penetración- está legalizada y es financiado como una terapia. Un masaje sugerente, algunas caricias o un acompañamiento en la exploración del cuerpo son algunas de las funciones que tiene el asistente sexual, incluso, como es considerado un servicio perteneciente al sistema de salud, permiten un número de asistencias al año. De igual manera es común ver la práctica, pero sin la regulación, en Alemania, Holanda, Dinamarca y Bélgica.
Estos asistentes sexuales reciben formación sobre la sexualidad, la psicología y la atención que requiere una persona con discapacidad, en medio de la incomprensión y la indignación por parte de algunos sectores. Los que respaldan la iniciativa, aseguran que defender la sexualidad de las personas con discapacidad es reconocer su humanidad y legitimar su ciudadanía y aseguran que esta práctica puede reducir la depresión.
Jaime Collazos, es psicólogo y doctor en salud pública y profesional con experiencia en la atención de personas con discapacidad; se refiere a esta resolución suiza de esta forma:
“La Política de Salud Sexual y Reproductiva todavía no incorpora el tema de la salud sexual para personas con discapacidad, ni para otras poblaciones en situación de vulnerabilidad; es decir, todavía no hay un enfoque diferencial, lo cual resulta problemático para el goce efectivo de sus derechos. Teniendo en cuenta ese aspecto, el tema de los servicios sexuales a personas con discapacidad es irrelevante en términos de derechos y políticas”.
“Si una persona con discapacidad o su familia deciden buscar un servicio sexual, lo podrá hacer, pero no creo que ese sea un asunto que deba ser reglamentado. Es una opción que debe tener cualquier ciudadano –con o sin discapacidad–, según su criterio. Creo que es mucho más importante pensar en una política de salud sexual que incluya a las personas con discapacidad, reconociendo sus condiciones biológicas, corporales, sociales y culturales”.
“Respecto al caso de Holanda, donde se propone capacitar a las trabajadoras sexuales, es necesario analizar los pros y los contras de este tipo de propuestas: por un lado se promueve el servicio, pero por otro se invita a que las trabajadoras sexuales cambien su trabajo y su forma de vida, abandonando la prostitución; este planteamiento muestra un doble mensaje”.
“También debe identificarse desde cuál enfoque de la sexualidad se proponen este tipo de programas, ya que la salud sexual y la sexualidad para las personas con y sin discapacidad no se puede situar solamente desde una perspectiva biológica, desconociendo aspectos sociales, culturales e ideológicos. Si el servicio se limita a satisfacer necesidades sexuales, se entenderá la sexualidad como sexo, sabiendo que la mirada de la salud sexual va mucho más allá”.
“Para su desarrollo, las personas con discapacidad, como cualquier ser humano, tienen una serie de necesidades relacionadas con la inclusión social. En ese contexto, la sexualidad es importante, pero no se puede reducir a servicios sexuales pagados. Finalmente, no considero que los servicios prestados por trabajadoras sexuales sean una terapia en el marco de los procesos de rehabilitación y de construcción de identidad de las personas con discapacidad”.
Natalia Moreno es comunicadora social y tiene una discapacidad física; además es activista de Derechos Humanos, opina de esta forma:
“Me parece importante y necesario abrir el debate sobre los derechos sexuales y reproductivos en personas con discapacidad. La asistencia sexual jugaría un papel significativo porque es un apoyo que podría necesitar la persona con discapacidad, para explorar plenamente su sexualidad. Un asistente sexual acompaña a las parejas conformadas por dos personas con discapacidad –sobre todo física– al ayudarles en el momento íntimo o mediante el diálogo y el encuentro. Es la persona con discapacidad quien decide si desea tener una relación sexual con un asistente. Algunas personas que tienen una discapacidad muchas veces ven lejana la posibilidad de sentir placer y saber qué es una excitación o una masturbación”.
“Lastimosamente, la religión y el conservadurismo tienen un peso muy importante y los prejuicios y los estereotipos sobre las personas con discapacidad son muy fuertes. Más que una terapia, es un derecho que ha sido reprimido y prácticamente invisibilizado en nuestra realidad. Lo que está haciendo Suiza es reconociendo el derecho que tienen las personas con discapacidad”.
“El reconocimiento del cuerpo es un derecho fundamental y es tan importante y necesario como el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la recreación”