jueves, 4 de agosto de 2016

El placer inmenso del sexo anal.

En la conocida posición fetal, de lado, ella se tiende al abrazo del hombre, que aprieta sus piernas aún más contra su cuerpo. El pene se desliza lentamente hacia el canal oculto que depara un intenso disfrute a ambos. Los juegos eróticos han sido prolongados e incitantes y la han excitado tanto que el, después de acariciarla y lamerla entera, ha mojado uno de sus dedos con los jugos de su vulva para lubricar la zona que se esconde entre sus nalgas y el ano.

La intensa corriente de placer llega a todo el cuerpo femenino, que se abre para ser penetrada analmente. Él lo hace despacio, cada uno de sus movimientos es suave y cauteloso para que, paso a paso, se expanda el conducto anal hasta que finalmente encierre todo su pene. A partir de este momento, cada embestida produce una fricción que los transporta a las altas sensaciones.
Tendida de lado, la mujer lo espera con las piernas abiertas y flexionadas; el también de lado y sosteniendo con una mano el muslo femenino, la penetra suavemente sin alcanzar demasiada profundidad. Las lenguas se encuentran y juguetean, estimulando el deseo; ella lo abraza estrechamente en un gesto apasionado y de ese modo encuentra la fuerza para impulsarse y descender pausadamente, y juntos van creando la cadencia que más placer les proporciona a ambos.
Esta postura es muy sensual, ya que los muchos juegos que permite realizar con el glande acariciando el clítoris, la vulva y la vagina la llevan a ella a alcanzar el clímax, y a el a retardar la eyaculación al máximo. En esta placentera unión corporal, a menudo los amantes pueden llegar juntos al orgasmo.
A continuación, una de las posturas eróticas preferidas por los amantes, por el goce que les ofrece tanto si la penetración es vaginal como anal:
De rodillas ambos, ella por delante y con las piernas bien abiertas y el detrás, mientras la penetra, excita el clítoris con sus dedos. El ritmo del coito pueden llevarlo al unísono, o uno de los dos. Si lo hace ella, se sostiene apoyando sus manos en una superficie, para alejarse y acercarse a voluntad y así el miembro acaricia su vagina con la intensidad y cadencia que ella desea. Cuando el coito es anal, el estímulo del clítoris al mismo tiempo la lleva a ella a un orgasmo que le proporciona gran placer y también contribuye a relajar la musculatura anal, para que el la penetre profundamente, saciando ambos el deseo en un orgasmo explosivo.

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