La intensa corriente de placer llega a todo el cuerpo femenino, que se abre para ser penetrada analmente. Él lo hace despacio, cada uno de sus movimientos es suave y cauteloso para que, paso a paso, se expanda el conducto anal hasta que finalmente encierre todo su pene. A partir de este momento, cada embestida produce una fricción que los transporta a las altas sensaciones.
Tendida de lado, la mujer lo espera con las piernas abiertas y flexionadas; el también de lado y sosteniendo con una mano el muslo femenino, la penetra suavemente sin alcanzar demasiada profundidad. Las lenguas se encuentran y juguetean, estimulando el deseo; ella lo abraza estrechamente en un gesto apasionado y de ese modo encuentra la fuerza para impulsarse y descender pausadamente, y juntos van creando la cadencia que más placer les proporciona a ambos.
Esta postura es muy sensual, ya que los muchos juegos que permite realizar con el glande acariciando el clítoris, la vulva y la vagina la llevan a ella a alcanzar el clímax, y a el a retardar la eyaculación al máximo. En esta placentera unión corporal, a menudo los amantes pueden llegar juntos al orgasmo.
A continuación, una de las posturas eróticas preferidas por los amantes, por el goce que les ofrece tanto si la penetración es vaginal como anal:
De rodillas ambos, ella por delante y con las piernas bien abiertas y el detrás, mientras la penetra, excita el clítoris con sus dedos. El ritmo del coito pueden llevarlo al unísono, o uno de los dos. Si lo hace ella, se sostiene apoyando sus manos en una superficie, para alejarse y acercarse a voluntad y así el miembro acaricia su vagina con la intensidad y cadencia que ella desea. Cuando el coito es anal, el estímulo del clítoris al mismo tiempo la lleva a ella a un orgasmo que le proporciona gran placer y también contribuye a relajar la musculatura anal, para que el la penetre profundamente, saciando ambos el deseo en un orgasmo explosivo.