A ellas, sobre todo, les gusta que se recorra el círculo de los tobillos con la lengua húmeda, y ambos – hombre y mujer – gozan cuando les lamen mórbidamente los dedos de los pies. Ellos, particularmente por la forma de los dedos, suelen asociar este estímulo a la succión del pene. Acariciar las plantas produciendo unos cosquilleos muy leves es también intensamente sensual.
Un punto aparte merece la excitación de la zona de las orejas, porque en ellas se unen dos sentidos de gran importancia que son el oído y el tacto. Siempre es muy incitante besar o lamer los lóbulos y por detrás del pabellón de la oreja, mientras se emiten suspiros, se sopla o simplemente se murmuran cosas eróticas, y también es muy insinuante rozarlas, produciendo unas cosquillas muy suaves.
El rostro tiene innumerables terminaciones nerviosas, desde el nacimiento de la raíz del cabello hasta el cuello y la nuca, que despiertan si se los estimula con besos, mordisquitos y lamidas. La nuca es un área muy sensible, recorrerla con la punta de la lengua erecta o con dos tensos hasta el nacimiento del cabello, o partir de ella para trazar un recorrido a lo largo de la espina dorsal, hasta el inicio de la línea que parte las nalgas, suele despertar sensaciones voluptuosas.
El deseo siempre es posible despertarlo o avivarlo tocando las zonas del cuerpo más insospechadas, como la parte de las costillas, y sobre todo los espacios entre ellas, que al ser besados o recorridos con la punta de la lengua, estimulan el recuerdo de haber sentido ese placer o sorprenden a los que nunca lo han experimentado.
Luego de todo esto ya estarán erotizados por las caricias y los besos que han ido despertando su energía sexual y los amantes llegan a un punto en el que, lejos de descansar, se sienten incitados a continuar, a veces a prisa, deteniéndose en cada trozo de piel para internarse más y más en la voluptuosidad del amor y el sexo.